sábado, 18 de septiembre de 2010

10-09-2010

Hoy me toca interactuar con el mundo, me olvidé la música en casa y solo me acompaña el ruido de la ciudad, más que nada un motor asumo que diesel ronronea en los semáforos y un tanto molesto en las largadas que acostumbra en tramos de velocidad crucero. Y después la entrada pomposa de agudos chirridos de pastillas de freno cristalizadas. Dos reuniones en Palermo en un día que invita a inaugurar la temporada de río y me tocó en suerte la ventana del lado del sol, el asiento sin compañía y afortunadamente nada. A esta altura del recorrido ya podría mudarme a la oscuridad, pero digamos que perdí la cintura que supe tener para este deporte y tampoco es tan grave. Minutos más tarde tomo coraje y lo hago. No solo pasé al lado oscuro sino que elegí el asiento menos común de los asientos, aquel que no tiene par, el que es uno entre veintinueve. El asiento central en la última fila ofrece las vistas largas al pasillo y más allá el camino, siendo estas únicas e incomparables. La comodidad de contar con puestos libres a diestra y siniestra no es lo más frecuente en viajes a Belgrano traviesa. Pienso entre otras cosas, otras cosas y una es The Decemberists – When the War Came.

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