miércoles, 10 de marzo de 2010

09-03-2010

Este es el gentil aporte de mi amiga Melisa Codina o Melina para mi, ellos dos junto con mi amigo Ale cocinan rico y suben sus delicias a su blog. Hoy nos deleita con su crónica, gracias melina!

Como regla, en el 28 nunca me siento en los dobles.
Pasa que, por viajar todos los días, ya le tomé el tiempo y sé que el 70% de su contenido se baja en Constitución, que queda a escasos 5 minutos de donde yo subo.
Entonces me ví en presencia de un negoción: me sacrifico parada unos pocos minutos a cambio de conseguir siempre un individual con ventanilla (y ni tengo que explicar que un detalle de ese calibre resulta clave para volver cualquier viaje -un poquito- más tolerable).

Una tarde como siempre, espero el colectivo en donde siempre, levanto la mano como siempre, el colectivo frena a medio metro del cordón como siempre, subo y digo "buenas tardes, hasta plaza de mayo por favor" como siempre, meto las moneditas y la máquina escupe delicadamente el boleto como siempre... PERO no se porque motivo misterioso en esta oportunidad en particular me siento en uno de los dobles. El resto del trayecto siguió según lo planeado: el bondi pasó por Constitución como siempre, el 70% del colectivo se bajó ahí como siempre, quedaron libres los asientos individuales como siempre.... pero yo seguía ahí, clavada en el doble al lado de la ventanilla, obnubilada.

(Ahora me doy cuenta que realmente debe haber en nuestro sistema un segundo modo de "piloto automático", que hace que hagas en automático las cosas que ya de por sí haces en automático. Sólo que esta vez debe haber habido un pequeño error del sistema (una falla menor, nada de qué asustarse) que hizo que ni me diera cuenta que el piloto automático también se había quedado adormecido por el calor y que el segundo piloto automático hiciera lo que le pareciera, porque no está muy acostumbrado a salir y a veces se desorienta.)

En un momento, colgada como estaba mirando por la ventana, empiezo a ver que no reconocía lo que veía. "UN MOMENTO!" pensé. ¿Me habré subido al 28 o será otro colectivo? ¿Será un ramal a alguna localidad de pronunciación cuestionada (como Hurlingham o WIlde) que no tendría que haber tomado? ¿Estará cortado otra vez el microcentrocentro de la muerte y por eso se desvió del recorrido? No sabía. Estaba totalmente perdida, desorientada. Seguían pasando las cuadras y no tenía ni la más puta idea ni de donde estaba ni a donde se dirigía el bondi.
Decidí tomar el toro por las astas: me paré y encaré para el lado del chofer, con la determinación de tocarle el hombro y pedirle que por favor sea bueno y me lleve para el lado de mi casa, como hace todos los días. Hasta que me cayó la ficha: NUNCA me siento del lado de los dobles y, por ende, NUNCA reparo en lo que hay del lado derecho del paisaje. Pero ese "no reparo" habría que llevarlo al extremo mismo del "no reparar en algo", al punto de ni reconocer lo que veía, de ni registrarlo en mi banco de memoria.

Ahí comprendí cuan crónica se ha vuelto mi condición de andar en piloto automático (ese que esta vez estaba de huelga y mandó a su segundo en línea de mando), mirando por la ventanilla del bondi en esa extraña búsqueda de "lo de siempre" (ese graffitti que dice "Tinelli chorro", esa señora indigente sentada sobre su pila de cartón mojado, esa casa de ropa con un vestido que me gusta y que nunca me voy a bajar del colectivo para preguntar cuánto sale, ese café en la esquina siempre vacío...) y que me hace dar cuenta que estoy -cuadra tras cuadra- un poquito más cerca de mi casa.

1 comentario:

  1. Muy bueno ver otra vision fresca chorreando ideas sobre el automatismo de lo cotidiano.

    ResponderEliminar